
Museos y peques: yo me lo guiso, yo me lo como.

Escrito por Bea.
¡Hola de nuevo! Cómo os avanzaba en mi post anterior comienzo una serie de articulitos a partir de los cuales espero ir animándoos a quitaros el miedo a visitar museos con vuestros niños. Los museos ya nos son aquellos lugares semilúgubres a los que nos llevaban de pequeños con el cole, en los que transitabas entre cuadros o piedras sin entender nada. Hace muchos años que los museos se han convertido en espacios vivos que ofrecen no sólo la posibilidad de disfrutar de la cultura en su sentido más amplio, pues hay museos de todas las temáticas (algunas de ellas no dejan de sorprenderme) y para todos los gustos. Además, casi todos ellos trabajan mucho para ofrecer al visitante la posibilidad de asistir a un concierto, a un taller, a la presentación de libros o talleres didácticos, de los cuales hablaremos específicamente en otro post más adelante.
Si a todo esto le pones peros porque no te van bien los horarios, no te apetece pagar en caso de que haya que hacerlo o simplemente, como me suele pasar a mí, te gusta ir a tu bola tu opción es clara: móntate tu mismo la visita con tus pequeños y sé tú quien les guíe. Si tienes un poco de tiempo cotillea en internet cómo es el museo (o acércate, claro) y cuáles son sus piezas más destacadas, para que luego todo te resulte más familiar. Y si no es así, improvisa; seguro que no es la primera vez en la vida que lo haces. De cualquier manera, la visita has de planteársela a los niños como un juego, como una gynkana. Puedes inventarte una historia antes de ir y decirles que allí viven los colores, que es un palacio encantado o que ese día nos vamos a convertir todos en espías y detectives.
Para cualquiera de las dos opciones aquí van unas ideas:
Si tu pequeño tiene de 1 a 4 años céntrate en los colores y las formas. Deambula por las salas, sea de lo que sea el museo, elige varias piezas y ves preguntando de qué color es (si es muy pequeño y aún no los conoce, serás tu el que le vayas diciendo «esto es verde, esto es azul»). Intercalando a esto ve instándole a que busque formas que él conoce ya en un espacio determinado, dentro de una misma sala, por ejemplo. No visitéis el museo entero pues para él será agotador, céntrate en una sala o dos.
Si el niño tiene de 5 a 8 años, te sugiero que te lleves un cuaderno y 4 o 5 plastidecor y le instes a pintar. Creatividad y cultura van de la mano. Tienes dos opciones: visitar una sala, contarle alguna anécdota curiosa sobre algunas de las piezas (para eso te será muy útil las hojas de sala) y que luego pinte lo que más le ha gustado de la experiencia en general o que elija la pieza que más le ha gustado y la reproduzca. Allí mismo, en el propio museo, en la sala, sentado en el suelo. Si lo haces con respeto, nadie te llamará la atención. Él también es un artista y algún día sus obras estarán allí!
Si ya no es tan peque y tiene de 9 años en adelante las posibilidades son infinitas. Si tienes tiempo prepárale un juego de pistas, donde unas conduzcan a otras. Obviamente tú eres el director del juego, así que tienes que seguirle para ir avanzando. Si no tienes tiempo para eso y ya le dejas de vez en cuando tu móvil, prueba con lo siguiente: pon el modo de cámara de fotos y que vaya viendo el museo a través de esto. Lo que le llame más la atención que lo fotografíe. Parece una tontería pero con un ejercicio como este se va desarrollando la capacidad de concentración y le ayudas a que se vaya fijando en detalles que de otra manera nos pasan desapercibidos. Si lleváis más de un móvil hacedlo a la vez y compartid los que veis. Otro juego divertido es que se plantee cómo funciona una institución museística… ¿quién trabaja aquí? ¿cuánta gente? ¿qué hacen? ¿cómo ha llegado a ese puesto? y para responder a ello, nada mejor que los propios trabajadores del centro.
¿A qué estáis esperando? Ya tenéis plan para el fin de semana… ¿nos lo contaréis?
