
Esos sitios tan peligrosos

De pequeña siempre me dieron cierto miedo los toboganes, así que el otro día cuando mi padre me comunicó que mi hijo ya había bajado por el tobogán, con un añito recien cumplido volví a recordar el respeto que me daban.
La verdad es que hoy en día los columpios se parecen cada vez menos a los que había cuando yo era cría. Empezando por ese suelo acolchadito que resta importancia a las caidas, y siguiendo por la variedad.
Antes había tobogán grande y tobogán pequeño. El pequeño era «para bebés» y el grande era muy grande, pero era el que había que usar.
Ahora hay un montón de tamaños, integrados en otras estructuras, y de muchos colores. Pero se ha perdido el encanto del charco al final del trayecto, horadado en la tierra por la erosión de los pies de muchos niños. Ahora aterrizas en blandito.

