Escrito por Lisbeth.
Cuando una pareja decide ser padres y comienza ese camino con ilusión no imaginan en ese momento la ardua tarea que tienen por delante, por mucho que veamos a amigos y familiares con sus pequeños hijos, por mucho que hayamos analizado y en ocasiones criticado la educación que otros dan a sus retoños, nada es comparable con el momento en que nos toca tomar la batuta y dirigir nuestra propia orquesta: Nuestra familia.
Al cúmulo de situaciones nuevas que se nos viene encima, se le suman todas las inseguridades de si lo estamos haciendo bien o no, y para “colmo de males”, a medida que esa personita que es lo que más amamos va creciendo, proporcionalmente aumentan la felicidad que nos ofrece y las disyuntivas que se nos plantean en su educación.
Por ello hoy escribo del pilar de la educación de los hijos. Los límites y normas.
Los padres somos propietarios de la autoridad en la familia, esa autoridad nos la otorga el hecho por si mismo de ser padres, lo complicado es mantenerla día a día y eso solo lo podemos conseguir siendo consecuentes, responsables yjustos con las decisiones que tomamos. La palabra autoridad se deriva del verbo latino «augere», que quiere decir ayudar a crecer. Sin embargo vemos a diario como hay familias en las que a los pocos años de vida de sus hijos ésta autoridad ha crecido y en otras ha ido perdiéndose poco a poco hasta llegar a existir un absoluto vacío
Todos hablan de las normas y límites y su importancia en la educación, y efectivamente si desde un principio sabemos guiar a nuestros hijos, nos evitaremos muchos malos ratos y lo que es más importante ellos se sentirán más seguros y nosotros también, aquí van algunos consejos al respecto:
Los límites son como un muro o barrera ante la cual el niño se tiene que detener, que le indica hasta dónde puede llegar.
Através de las normas y límites se ofrece un marco seguro en el que crecer a nuestros hijos ya que les permiten prever las consecuencias de sus actos siendo las normas el hilo conductor de su comportamiento,organizando su actividad de forma que su conducta no resulta caótica ni desorganizada, pues encuentran una referencia.
Detengámonos a ver como deben ser las normas:
Ante todo las normas deben ser necesarias, ya que cuando son excesivas dejan de cumplir una función y son ineficaces.Los niños son concretos no hacen interminables interpretaciones de lo que decimos los adultos por lo que debemos expresarnos de forma clara. En vez de decir “no molestes a tu hermana”, deberíamos decir: “no le quites sus juguetes a tu hermana”. En lugar de dar largas charlas diciéndoles que deberían “ser buenos niños”, debemos concretar que esperamos de ellos para considerarles “buenos niños” expresión que además no se debe utilizar nunca. Es decir debemos expresarnos de forma clara y centrados en la conducta la que nos referimos.
Las normas así como las conversaciones que tengamos con los niños deben ser presentadas de manera positiva: No digamos: “no juegues con los cubiertos” sino: “pon los cubiertos encima de la mesa”. En este sentido es importante saber que no se deben hacer preguntas en negativo que sugieren respuestas negativas: En ves de decir: “¿No quieres recoger los juguetes?”, deberíamos señalar: “Recoge los juguetes”. De forma pausada pero con un tono de voz que se corresponda con lo que estamos expresando, estamos dando una orden no pidiendo un favor, de esa manera los pequeños comprenderán la diferencia entre una cosa y otra.
Lo que decimos debe apoyarse con acciones, cuando le decimos a un niño pequeño que no se tire al suelo, pero al mismo tiempo nos hace mucha gracia y nos reímos, la acción y las palabras no coinciden y el mensaje se pierde porque el pequeño responde a la acción y no a las palabras. Esta coherencia debe ser habitual en nuestra actitud ya que de lo contrario el niño se muestra confundido y no toma en serio nuestra advertencia, esta acción de forma repetida simplemente va en detrimento de nuestra autoridad.
El límite debe expresarse por anticipado de forma que el niño sepa lo que se espera de él y las consecuencias de su comportamiento si la regla no se cumple. Esto ayudará al niño a comprender el efecto que tienen sus acciones en el mundo que le rodea. Además debemos estar seguros que entendió el mensaje; para ello podemos pedirle que repita lo que captó y diga qué es lo que puede o no hacer. Si expresamos las normas por anticipado conseguiremos hacerlo de forma tranquila evitando el enfado de una situación concreta en que estemos molestos porque se haya “portado mal”. Tengamos en cuenta que el tono de voz debe ser autoritario, no se ponen límites sonriendo.
Cuando ya es habitual el mal comportamiento de los niños debemos utilizar estrategias como dar alternativas. Podemos proponer “te lavas los dientes antes o después de ponerte el pijama, pero es importante que te los laves”. De esta forma le ayudamos a tomar decisiones y a asumir la responsabilidad de sus acciones.
Es normal y habitual que el niño quiera probar, con su actitud y con su conducta, hasta dónde puede llegar y cuál es la reacción de los padres si se sobrepasa el límite marcado. Es, en ese momento, cuando hay que mostrarse firmes, pues si se cede, después costará mucho más retomar nuevamente el respeto de esas normas.
También es necesario que los padres adopten una mentalidad flexible que les permita ir adaptando esas normas a la situación, al momento y edad concreta del niño. Es decir, los límites se ponen de manera diferente dependiendo de la etapa de desarrollo.
Deben reforzarse constantemente y de manera consistente. Hay que repetir las cosas hasta que los conceptos o el comportamiento formen parte de la vida diaria del niño y se vuelvan automáticos. Nada se consigue de la noche a la mañana.
Si bien todos los consejos que hemos compartido son útiles y prácticos hay una norma que debemos seguir todos los padres y no es otra que tratar con respeto a los niños, no descalificándolos o riéndonos de sus fracasos por muy simpático que a nosotros nos parezca para ellos no es tan gracioso, no olvide que al reforzar cada logro de su hijo expresando lo bien que lo ha hecho, el percibe en sus palabras cariño y respeto. Por otra parte cada vez que usted le dice a su hijo algo que no consigue o que hace mal está reforzando esa conducta negativa y no le está ayudando a aumentar su seguridad en sí mismo. Elogiemos más y critiquemos menos para educar hijos seguros, equilibrados y que se estimen a sí mismos.
Lisbet Rodríguez del Risco.
Lic en Psicología. Col. 1479
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