Momento relax en la piscina
cosas de madres

Historias de la piscina cubierta

Momento relax en la piscina
Momento relax en la piscina

Escrito por Mónica

Llevamos dos días yendo a la piscina para que el mini vaya aprendiendo lo que es el agua de forma un poco más profesional que cuando vamos en verano, es decir, con gorro de baño, gafas, bañador de competición, y toda la parafernalia.

Le gusta el agua, igual que a su madre, y es que yo en otra vida creo que fuí sardina o similar. Así que el rato es muy agradable y lo pasamos muy bien.

He tardado tanto en llevarle a la piscina cubierta porque me temía que el momento vestuario iba a ser pelín complicado.

Y así es. Supongo que todo hubiera sido más fácil si le hubiera llevado antes de que aprendiera a andar.

Fuimos con el abuelo, y aunque me ofreció llevárselo con él a su vestuario, se vino conmigo, no sin cierto reparo al ver que el yayo se iba por otra puerta.

Como previsora que soy, para ir más rápido llevamos puesto el bañador desde casa, pero aún así la entrada y la salida por los vestuarios son agotadores.

El primer día cometí el error de meternos a cambiarnos a una cabina. Y como en casi todos los sitios, son de las de puertas mínimas.
No sé cuántas veces se me escapó por debajo de la puerta, y otras tantas salí yo a medio vestir para agarrarlo y meterlo otra vez en medio del cachondeo del resto de señoras bañistas que se están cambiando tan tranquilas y a su ritmo.

Sientes que te faltan manos. Necesitas 8 por lo menos para vestirte, guardar la ropa, poner el pañal, sujetarlo para que no se escape y recoger del suelo los calcetines que ha tirado.

En un momento dado se mete una señora a la cabina de al lado. El niño que oye ruido y pregunta «¿Yayo?». «No, cariño no es el yayo». Pero que no se lo cree y se tumba en el suelo metiendo la cabeza mirando hacia arriba al grito de ¡Yayooooo!.

No llegué a ver a la señora para disculparme, salió antes que nosotros, a mí aún me quedaban unos minutos de lucha ropa-niño-mochila-galletas.

Para acabar de arreglarlo, cuando salimos ya fuera a recoger la taquilla, vienen los niños de un cursillo. 5 añicos. Qué majicos.
Todos alrededor del mini dispuestos a someternos a un tercer grado.

¿Cómo se llama? ¿Cuántos años tiene? ¿Sabe nadar? ¿Eres su madre? ¿Y su padre dónde está? ¿Y tú no trabajas? 😐

Al menos me lo distrajeron un poco y pude recoger las cosas con algo más de tranquilidad.

Al salir se entretuvo en intentar abrir todas las taquillas que veía cerradas, y cerrando todas las taquillas que veía abiertas.

Balance: media hora larga en el vestuario y olvido de los 50 cts. en la cerradura de mi taquilla. No se puede llegar a todo.

Segundo día. Por alguna extraña razón veo por primera vez, (y mira que he ido veces, que me pasé el embarazo a remojo… ) las cabinas de minusválidos. Son más grandes. Y las paredes y puertas llegan al suelo, allí que vamos aprovechando que están vacias.

Pero mini no quiere. «NO AHíIIIII NO, ALLÍII», señalando las cabinas de medias paredes.
Tras una negociación infructuosa de unos minutos, incluyendo varios «mamá se mete dentro, eh?», llega lo que nunca falla.
Igual que en una trampa para ratones, pero en vez de queso, una galleta maría.
¿Quieres?. Galleta depositada dentro de la cabina, en el banco, y cuando entra, zas, puerta cerrada.

Cuando se da cuenta de la maniobra, protestas. Y hale, a cambiarle en medio de la rabieta. Pero eso sí, controlado el espacio.

Otra de las cosas que no le gusta nada de nada es la ducha obligatoria antes de entrar a la piscina.
En estos vesturios sales por un pasillo con duchas en el techo que se activan al pasar, a la vez que se oye una grabación que dice que la ducha es sí o sí.

Un invento un poco diabólico, y al mini el primer día le sorprendió. No sabía dónde se metía, pero el segundo no colaba y no había forma de hacerle pasar por allí.

Habla un poquito, pero se comunica muy bien, y la cara que me ponía decía exactamente «pero mamá, ¿quién coj@#]+! ha tenido la idea de poner eso así?»

Nos ponemos ya por delante del sensor y paso yo con la esperanza de que acceda y de paso dar ejemplo y todo eso, pero nada. Hasta que no para la última gota no pasa. Tampoco importa, ¿no?

Pero al final, merece la pena. Compensa el rato en el agua con él divirtiéndose salpicando, y compensa flotar con sus bracitos alrededor de tu cuello.
Y deporte hago mucho, entrar y salir tropecientas veces de la piscina de aprendizaje para ir a la piscina de niños tantas veces como le apetece es muy tonificante. Y esos cambios de temperatura…

Y lo más importante, no tendrá miedo al agua y será más fácil enseñarle a nadar cuando llegue el momento.

Mientras tanto, ¿algún consejo para hacer el rato del vesturio más llevadero?

Mónica Anchelergues. Mamá de dos pequeños terremotos que llegaron a mi mundo en 2011 y en 2015. Publicitaria y marketiniana, trabajando dese el siglo pasado en el mundo online, soy una de las mamás que está detrás de conpequesenzgz. También comparto piso con una gata y una perrita.

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