
Niños que te roban el corazón
Escrito por Estefanía
Te quiero
Si hace dos años me hubieran dicho que iba a estar loca por ti, no lo hubiera creído. Y eso que siempre he sido muy ‘niñera’, porque lo cierto es que los peques se me dan muy bien, me los gano enseguida y la mayoría me adoran. Pero esta vez has sido tú quien ha conquistado mi corazón.
Cuando sonríes, no puedo evitar imitarte, cuando me das un beso se me cae la baba y cuando metes tu pequeña manita en mi mano para ir de paseo, mi corazón se hace inmensamente grande.
Si haces una monería me río, cuando demuestras lo increíblemente listo que eres me enorgullezco como si fueras mi hijo, pero cuando lloras, se me parte el alma. Hasta tal punto que, por mucho que tus padres me riñan, te malcrío con tal de verte feliz y no pienso dejar de comprarte chuches ni aunque se te caigan los dientes.
Eso por no hablar de que eres un bombón. Sí, estará feo que lo digan tus padres, pero yo puedo hacerlo. Todo un niño de postal, de revista, de póster de Nutriben, como los que había hace décadas en las paredes de los centros de salud y las farmacias.
Nunca hubiera imaginado que pudiera desarrollarse un sentimiento tan fuerte hacia un niño que no es de tu familia. Y es que, aunque te hemos enseñado a llamarme tata, “tan solo” eres el hijo de mi mejor amiga. Aunque el día menos pensado te rapto para mí solita y que me vengan luego a reclamar.
Tal vez sea un reloj biológico que se ha despertado en mi interior, o que “el roce hace el cariño”, pero lo cierto es que no puedo pasar un día sin verte y descubrir cómo has pasado de ser un bebé a un niño grande. Parece que hiciera una eternidad que empezaste a andar, ya has comenzado a balbucear tus primeras palabras –el día que dijiste algo parecido a mi nombre casi exploto de felicidad-, ya empiezas a tener la picardía de un adulto y hace unas semanas empezaste ‘la guarde’. Ayss. El cambio se nota día a día en las pequeñas cosas y yo no quiero perdérmelas. Porque en la vida a veces se quiere como si fueras “de la familia” con independencia de lo que diga el ADN. Y yo te quiero, no te quepa duda.

