Hace ya varias semanas que se estrenó en Netflix la serie «Por 13 razones». Una adaptación de la novela de Jay Asher que a lo largo de 13 episodios nos va narrando los meses previos al suicidio de una chica de 17 años, Hannah Baker.
La serie ha hecho mucho ruido y lo que a priori en los tráilers parecía una serie más sobre el mundo adolescente de los institutos norteamericanos ha llamado mucho la atención por varios aspectos. Entre ellos la crudeza de algunas imágenes, pero también la temática, y cómo está narrada.
Quise escribir sobre ella nada más empezar a verla, pero he preferido «digerirla» un poco más y volver a revisarla con algo de distancia.
Si nos la vamos a tomar como una serie más o como simple entretenimiento no es aconsejable verla. Tiene unos tiempos muy largos y se hace pesada en algunos tramos. Tampoco pretende ser una ficción y si la vemos como veríamos otro tipo de series vamos a estar expectantes buscando algún punto álgido o desenlace espectacular y no es así. Es plana y cruda como la vida real.
Sí que destacaría las actuaciones de casi todos los actores, están muy trabajadas y llegan mucho al espectador. Tanto los jóvenes como los padres, aunque los adultos, como en la vida de un adolescente cualquiera, aparecen algo desdibujados. Muy en segundo plano.
Para profundizar en algunos detalles he estado hablando con Lisbet Rodríguez del Risco, nuestra colaboradora habitual. Ella es psicóloga y yo tenía muchas inquietudes para preguntarle y que nos diera su visión desde un punto de vista más profesional. Luego veremos algunas de las preguntas que nos ha respondido.
Antes de seguir, avisar. Va a haber spoilers así que es el momento si no queréis saber más, de cerrar la ventana o mejor aún, pasar directamente a la segunda parte del post, donde Lisbet nos habla sobre el delicado tema del suicidio adolescente. Desde el segundo uno de la serie sabemos que Hanna se suicidó, y lo sabemos por su voz, pero todo lo que le pasó y lo que tuvo en la cabeza nos lo van a contar en los capítulos.
Durante los 13 episodios, la voz en off de Hanna nos va desgranando todo lo que fue pasando. Como en la vida de cualquiera, todo tiene relación y es la sucesión de acontecimientos lo que va marcando el camino. Parece que todo se le empieza a torcer cuando su mejor amiga se marcha a otra ciudad. No voy a entrar en detalles porque es mejor ver la serie (y si ya la habéis visto no es cuestión de pasar otra vez por todos los puntos), pero todo lo que va sumando la protagonista pasa por el acoso escolar, la soledad adolescente, la poca habilidad para comunicar lo que le preocupa, las jerarquías de grupo, el abuso sexual, la culpa… un cóctel que muchos pueden vivir completo o en partes en esa delicada edad, o que hemos podido verla en compañeros.
¿Es una serie para adolescentes?
Según mi opinión, no. Está más pensada para los adultos, y nos muestra muy bien todo lo que se nos puede escapar. Nos recuerda también cómo fuimos y cómo nos sentíamos.
En muchas partes de la serie dan ganas de decirle a Hannah que no se tome las cosas tan a la tremenda. Como adultos vemos que exagera muchos sentimientos, pero es lo que percibimos como personas ya en otra etapa de la vida. Nosotros tenemos ya la experiencia y con la edad hemos adquirido las herramientas para relacionarnos, para analizar los hechos de otros, pero con 15, 16 años… muchas tonterías son muros insalvables. Y lo que es peor, puede que no sepan verbalizar que es lo que les desasosiega y se quede dentro.
Un adolescente que vea la serie va a interpretar lo que ve de forma muy diferente a la nuestra. Puede sentirse identificado o al contrario, sentir rechazo sobre lo que hacen y piensan, porque su edad es la misma que la de los protagonistas y les faltan las mismas herramientas.
Por otra parte, al ser una serie en flash-back constante y oyendo a Hannah durante todos los capítulos, un adolescente con una percepción del tiempo muy distinta a la de un adulto puede no hacerse realmente a la idea de que ahora Hannah donde está es dentro de una caja bajo tierra. Sólo se nos enseña la tumba un momento, y aunque la vemos morir casi al final, ha estado presente en toda la trama y quizás no se transmita la irreversibilidad del suicidio (para un/a adolescente).
Recuerdo que mi madre me repetía constantemente cuando yo era de esa edad, «todo tiene arreglo salvo la muerte». Y qué razón tenía.
Por otra parte Hannah es guapa, es agradable, es simpática, es muy estilosa. Puede hacerse un modelo para alguien muy joven. Tampoco la vemos a lo largo de los capitulos dando una imagen de que le pase realmente algo, que esté muy deprimida… Simplemente una chica con sus rollos raros. Otro aspecto del personaje que veremos muy distinto un adulto o un joven.
En la propia serie vemos como todos los padres están «en la parra«. Incluso los que parece que más se preocupan no lo ven venir, y no tienen ni idea de qué está pasando en la vida de los hijos. Algo bastante normal con los adolescentes, vamos a recordar cuando lo fuimos y la cantidad de cosas que contábamos en casa… Y es normal no identificarnos con ella y sus problemas, ya no tenemos 17 años.
Pero a la vez es un aviso a que podemos dar poca importancia a algún problema que nos cuenten porque lo veamos trivial y para el adolescente suponga un mundo.
Más interesante también es cómo retratan a los profesores, en la serie el colegio está más preocupado por la demanda que por lo que ha pasado. Hannah pide ayuda dos veces, a una profesora y a un orientador, y en ningún caso la obtiene, aunque bien es cierto que no sabe expresar bien lo que le preocupa. Pero así somos a esas edades, entre crípticos y que ni nosotros entendemos qué nos pasa.
Hay varios tipos de padres, y aunque la mayoría de los que salen son padres atentos, preocupados, también vemos dos extremos. Los ausentes que permiten todo al hijo y la madre con problemas, más preocupada por su novio y lo que piensa que por su vástago. Los padres de Clay son muy majos, intentan ser «modernos», preocupados y lo cierto es que no tienen ni idea de lo que pasa.
Que todo parezca que va bien no significa que así sea.
Los padres de Hannah son encantadores, la quieren, se preocupan. Pero no la ven. Aunque ella tampoco les pide ayuda en ningún momento ni da señales de que algo vaya mal. Es muy llamativo la foto de la Hannah niña que tienen en el salón y que sale continuamente de fondo, desenfocada pero presente. Es una buena llamada de atención al espectador.
En general como adulto puedes identificarte en algún momento con cualquiera de los personajes, de los jóvenes y de los mayores. Y es fácil sentir el dolor de los padres. Como he comentado antes la escena no la vi entera porque no pude, pero es desgarrador el momento en que la madre entra al baño cuando descubre lo que ha pasado y casi resbala con el agua del suelo. Tan trivial y tan doloroso.
Por 13 razones además es novedosa en cuanto a que trasciende más allá de la pantalla y se extiende a más formatos. Formatos utilizados hoy en día por los jóvenes. Y los personajes tienen cuentas en las redes sociales. Además de los perfiles oficiales de la serie, podemos ver los de Hannah y compañía y entender más cosas de las que vemos en la serie o intentar entender.
Por ejemplo tienen cuentas de Instagram que ayudan a ver directamente lo que piensan y viven y los hace más reales. Viendo las últimas imágenes compartidas, ¿algún adulto hubiera podido pensar en lo que planeaba Hannah?.
El perfil de Clay es privado, como probablemente si fuera una persona real, así lo tendría por lo que le conocemos. Tampoco tiene mucha actividad.
Además en la cuenta de twitter de la serie, sus creadores colgaron un vídeo que enseña en primera persona cómo fue el acoso en directo que recibió la chica cuando la foto se comparte masivamente. Es bastante agobiante y te pone muy en su lugar.
This can’t be happening. #13ReasonsWhy pic.twitter.com/GJJNQZVFmO
— 13 Reasons Why (@13ReasonsWhy) 6 de abril de 2017
Lo que es indudable es que la serie busca remover conciencias, y despertar. Hay que verla. Con los niños, creo que no, pero es mi opinión. No es para ellos. Es para nosotros.
En todo caso sí rescataría el episodio, de cuando una foto inocente de Hannah bajando por un tobogán acaba en el móvil de todo el instituto y comienza el acoso. Puede ser útil como punto de partida para explicarles algunos de los riesgos y de cómo usar las redes.
El resto, demasiado duro para los chicos, en mi opinión. No hay que enseñárselo como si fuera «normal», porque lo asumirán como tal y repetirán comportamientos.
La serie hay que verla, aunque se haga larga, sea lenta… el beneficio de pensar y la reflexión que hace sobre el comportamiento de las personas es necesario. Es muy crítica con la sociedad actual, con la forma de enfrentarnos a los problemas, con la importancia que seguimos dando a la competitividad y el papel que esto juega en el acoso escolar. Pero también nos habla del sexismo, el miedo a mostrarnos tal cual somos, o la falta de empatía que cada vez parece generalizarse más…
Todo suma, todo tiene relación y cada acto tiene una o más consecuencias. Nadie es culpable pero lo son todos.
Hablamos ahora con Lisbet Rodríguez del Risco, de Psico-Vida, sobre la serie, y nos adentramos más a fondo en el tema principal.
En la serie vemos la escena, con toda su crudeza de la muerte de su protagonista. ¿Hasta qué punto es positivo o negativo que un adolescente (o un adulto) contemple una escena así?
Desde mi punto de vista todo está muy relacionado con la persona en concreto que ve la serie o las imágenes explícitas en el caso de estar hablando de un adulto. De su propia relación personal con la vida y con la muerte. Sería absurdo decir que debemos prohibir o que será absolutamente dañino que un adolescente vea la serie, sin embargo, para la aceptación de la muerte como el final de la vida o para concienciar a los adolescentes con la realidad de la vida y ofrecerles herramientas para sortear los inconvenientes no me parece que escenas de este tipo aporten elementos claros para una reflexión. En un estudio sobre el suicidio, Durkheim, plantea como posibles causas del aumento del suicidio y su multiplicación, el aumento de sufrimiento sumado a la disminución de resistencia por parte del individuo. Sus trabajos sobre la conducta suicida han marcado un hito en la investigación sociológica que hoy en día siguen siendo una referencia para los profesionales.
En ese sentido considero que es más importante centrarnos en la relación y la comunicación entre padres e hijos, en el modelo de crianza que en generalizar. Si lo que perseguimos es transmitir a nuestros hijos una enseñanza, la mejor manera de hacerlo es hablando, ofreciendo alternativas para resolver conflictos y haciéndoles saber que estamos allí para ayudarles y escucharles, cada día no solo en un tema que refleje nuestro temor hacia un hecho concreto. La crianza y la educación de nuestros hijos es algo diario que va conformando la relación que se establece entre padres e hijos y donde debemos ser capaces de fomentar un flujo continuo y generar confianza y respeto mutuo.
Fomentar una alta autoestima y reducir el aislamiento social son dos factores relevantes tanto en los intentos como en la conductas suicidas. Ahora bien, los dos por sí mismos no explican ni son determinantes de la elección de este comportamiento como solución a situaciones problemáticas. De allí que sea vital, crear bases sólidas a través de la comunicación, de escuchar, de exponer nuestros sentimientos, de no tener miedo a que los hijos nos vean fuertes y débiles tal como somos, humanos, con equivocaciones y aciertos. Todo ello les permitirá tener referencias claras de cómo discurre la vida y el crecimiento personal desde una perspectiva más real, flexible y objetiva y les ayudará a confiar en sí mismos y en los otros y afrontar sus frustraciones de forma sana.
Si para decir algo a mi hijo adolescente comparto con él una serie debe quedarme claro que no estoy expresando clara y explícitamente nada, solo estoy buscando una alternativa para que él/ella interprete. En ese sentido y no solo referido a este caso me gustaría apuntar que para que la comunicación sea efectiva tenemos que expresar abierta, clara y sencillamente lo que queremos decir.
Siempre ha habido mucha ocultación en el tema de los suicidios, no suele salir ni en noticias. ¿Una serie así es positiva?
De la misma manera que en publicidad por todos es conocida la publicidad encubierta o información subliminal. Sociológicamente no se suele hacer mención explícita y constante del suicidio por “controlar” o “reducir” el riesgo de imitación. Volvemos al mismo tema anterior no es absolutamente negativo, pero no todas las personas están preparadas para asumir imágenes de este calado. Deberíamos apelar a la libertad personal y al autoconocimiento de cada persona de sí mismo en el caso de los adultos… Sin que parezca banalizar, un ejemplo que me viene de pronto y que me parece muy sencillo de entender es el siguiente. Imagínate a ti misma/o viendo una película (bélica, romántica o un drama) en dos momentos distintos de tu vida. Con total seguridad no la interpretarás igual, no removerá tus emociones de igual manera. Esto se debe a que observamos la “realidad” de acuerdo a nuestra propia “realidad” dependiendo de nuestro estado emocional, de las circunstancias y la experiencia vivida. Ahora imagina ese mismo efecto pero a nivel colectivo. Es imposible imaginar el efecto en cada persona que accede a esas imágenes.
Prevenir el suicidio sería fácil siempre que los factores de riesgo externos e internos fuesen pocos y pudiésemos establecer fácilmente una relación de causa –efecto entre ellos y la conducta suicida. Ahora bien, cuando hablamos de personas o de sociedades no podemos olvidar que hablamos de individualidades, lo que son factores de riesgo en una cultura pueden no serlo en otra o, incluso, en la misma en diferentes contextos. Lo importante no es el acto en concreto sino todo lo que lo rodea y cómo prevenirlo, y solo podemos hacerlo conociendo mejor los factores de riesgo más determinantes.
Modificar hábitos sociales que incrementan la vulnerabilidad de las personas, fortalecer la comunicación, educar en el respeto a las diferencias y animar a las personas a compartir sus preocupaciones con los demás son medidas que ayudarían a disminuir los intentos y las conductas suicidas, aunque no garantizan que puedan acabar con el problema.
Aparentemente no hay muchos casos o nos nos enteramos pero luego vemos las cifras y es una de las principales causas de muerte entre adolescentes. ¿Qué señales puede haber de que un crío esté pensando en hacer algo así?
Para no alargarnos voy a centrarme en un período desde el 2006 hasta la actualidad. Ya en el 2006 La Organización Mundial de la Salud (OMS) calculaba que un millón de personas se suicidaban cada año (lo que suponía una tasa de mortalidad «global» de 16 por cada 100.000 personas en el mundo o una muerte cada 40 segundos) de ellos el 90% padece al menos una enfermedad mental, que a menudo no ha sido diagnosticada ni ha recibido tratamiento, o abusa del alcohol u otras drogas.
En los últimos 45 años las tasas de suicidio han aumentado un 60% a nivel mundial. De hecho, indica la OMS, el suicidio constituye una de las tres causas principales de muerte en personas entre los 15 y los 44 años (en ambos sexos), cifras que no incluyen los intentos de suicidio, unas veinte veces más frecuentes que los suicidios llevados a término. Específicamente en España durante un período entre los años 2011 y 2014 el número de suicidios aumentó y en 2014 el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó sus datos sobre defunciones según la causa de muerte del año 2014.
Los resultados alertan de que el suicidio es la primera causa de muerte no natural en nuestro país, por delante de los accidentes de tráfico. Por otra parte ese índice ha disminuido y ya en 2015 se publicaba que la tasa de suicidios en España había disminuido un 7,9% con respecto al año anterior. Sin embargo, a pesar de romper con la tendencia creciente que se venía observando desde hace cuatro años, continúa siendo la primera causa de muerte externa en nuestro país.
A pesar de estos datos que pueden ser alarmantes cabe decir que España es un país en el que no se alcanzan tasas de suicidio muy elevadas con respecto al comportamiento mundial de estas estadísticas. Las tasas de suicidio han sido mayores entre varones adultos hasta la actualidad, sin embargo en los últimos años han aumentado entre los jóvenes hasta tal punto que, hoy por hoy, constituyen el grupo de mayor riesgo en un tercio de los países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo.
En cuanto a rangos de edad se comportan las tasas y los factores de riesgo de forma diferente al igual que las experiencias vitales cambian en cada etapa de la vida. Resumiendo:En la infancia comienza a verse un considerable incremento de trastornos del estado del ánimo y las conductas suicidas, las investigaciones en esta materia son prácticamente son inexistentes. Y el suicidio es la décima causa más importante de muerte en niños menores de 14 años.
Entre los factores que aumentan el riesgo de suicidio infantil, aparte de la enfermedad mental y, sobre todo, la depresión, se incluyen la historia psiquiátrica familiar, la pérdida de un ser querido antes de los 12 años, la violencia sufrida y el deterioro de las relaciones y lazos familiares. Los intentos de suicidio previo, el aislamiento social o el abuso de drogas y alcohol, son otros de los factores de riesgo que pueden provocar un suicidio en un niño. Con respecto a los adolescentes, la WFMH (Federación Mundial de Salud Mental) señala que gran parte de los suicidios en este grupo de edad parece estar relacionado con la presencia de algún trastorno psicopatológico.
Un dato importante al respecto es que las investigaciones han mostrado que un porcentaje elevado de los adolescentes contemplan, planifican y/o intentan suicidarse sin buscar o recibir ayuda alguna. Los comportamientos violentos, arriesgados y autodestructivos; vivencias de experiencias emocionales intensas producidas por la pérdida de un ser querido, los problemas en torno a la orientación sexual; la existencia de expectativas excesivamente altas consigo mismo; estar bajo la custodia de agentes de protección; o la presencia de trastorno mental (incluida la depresión), pueden aumentar considerablemente el riesgo de cometer conductas suicidas.
El miedo al estigma, la vergüenza o a consecuencias negativas, como puede ser un ingreso hospitalario involuntario; la falta de confianza en los profesionales y personas que se encargan del cuidado, como consecuencia de experiencias negativas anteriores; y la falta de conocimiento por parte de los jóvenes de recursos especializados de ayuda, con la consiguiente dificultad para acceder a ellos, en caso de necesitarlo aparecen como algunas de las razones que están detrás de la negativa a pedir ayuda por parte de los adolescentes.
En la serie tenemos constantemente la voz en off de Hanna, la protagonista. Con tanto flash back, ¿no es posible que un adolescente vea como algo menos definitivo el suicidio? Es decir, que no sean conscientes de que es algo para siempre.
En este sentido socioculturalmente se han tenido diferentes visiones con respecto a la muerte, de allí que sea tan importante el manejo que hacemos los adultos con respecto a este tema a la hora de que los niños y adolescentes vayan enfrentándose a situaciones que les acerquen personalmente a la muerte como puede ser el fallecimiento de alguien cercano. Tratar abiertamente el tema con los menores en caso de ser necesario, acompañándoles y ofreciéndoles respuestas a sus preguntas adaptadas a su edad pero verídicas es fundamental en la percepción que el niño va a conformar sobre la muerte.
Nubie
12 septiembre
La acabo de terminar y me ha revuelto mucho esta serie. No la había querido ver porque parecía la típica trama de adolescentes que no me interesaba nada, pero sí, es terrible. Y conviene verla para pensar mucho y ponernos en el lugar de cada uno de sus personajes.
Buena articulo, muy completo y la visión de la sicológa me ha gustado mucho.