Escrito por María
Al recoger a mi hijo ayer del colegio ví una escena que ya he visto muchas veces, como madre y como profesora: un niño desoyendo las órdenes de su abuelo que le dice que ya es hora de irse a casa. La situación se repite con temas como la merienda o quién lleva la cartera llena de libros. A menudo veo abuelos o abuelas con evidentes cojeras o achaques cargados con carteras, abrigos o artilugios varios de nietos, por la calle, y el asunto empeora en los cruces o en las calles llenas de gente.
Es cierto, que, en la mayoría de los casos, la necesidad es lo que nos mueve a todos a echar mano de los que tenemos cerca, y, afortunadamente, en muchos casos, esos son los abuelos. Nuestros padres y madres.
También es cierto, que muchos de estos abuelos y abuelas están en condiciones de salud y ánimo como para disfrutar de sus nietos de esta manera, acompañándolos al cole, recogiéndolos, dándoles de comer, de merendar, etc.
Pero, por necesidad también, se tiene que echar mano de abuelos y abuelas que no están tan saludables como para lidiar con nuestros enanos. Porque, todos sabemos que los niños retan, piden, exigen, corren y desobedecen siempre que pueden.
¿No os ha pasado a vosotros? ¿No habéis visto más de una vez y más de dos, alguna de estas situaciones?
La generación de nuestros padres, los que ahora son abuelos, han tenido que cuidar de sus padres, teniéndolos en casa (pues antes era mucho más común) y, a la hora de llegar ellos a su vejez, por diferentes motivos socio-económicos que no vamos a debatir aquí, tienen que cuidar de sus nietos a diario y de un modo casi obligado…
Sirva este pequeño artículo para darles las gracias a nivel general, por dedicar sus vidas al cuidado de los suyos y para reconocerles la enorme ayuda que nos brindan.
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